Comentario
A través de sus discípulos y colaboradores el estilo del Maestro Mateo conoció una importante difusión por Galicia e incluso más allá, por ejemplo por Zamora. Esta se produjo todavía en vida del maestro y cuando su taller se encontraba en plena actividad, prolongándose hasta mediados del siglo XIII.
Los primeros artistas que salieron de este taller fueron, quizá enviados por el propio Mateo, a proseguir las obras de la catedral de Orense en cuyas portadas del crucero y en los capiteles de éste es inequívoca su intervención. Gracias a ellos pudo consagrarse su altar mayor en fecha tan significativa para el arte mateano como 1188. Aquí se originó un activo obrador que supo aglutinar fórmulas del arte cisterciense de Oseira e incluso de San Vicente de Ávila, lo que, según el profesor Pita, convirtió a Orense "en una gran encrucijada del arte protogótico". Todavía a mediados del siglo XIII este taller debía de seguir fuertemente influenciado por Santiago al realizar el Pórtico del Paraíso, inspirado en el de la Gloria, pero en cuya ejecución aparecen artistas de filiación burgalesa, como ha señalado Moralejo.
De un taller tan importante como éste salieron maestros que difundieron por su diócesis soluciones, y sobre todo recetas ornamentales de tradición mateana. Los ejemplos son muchos, entre ellos Santa María de Vilanova y Santiago de Allariz, San Juan y Santiago de Ribadavia, San Pedro de la Mezquita, Santa Cristina de Ribas de Sil... Quizá a través de estas tierras, maestros mateanos llegaron a Benavente: San Juan del Mercado y Santa María del Azogue, y hasta la propia Zamora en donde ciertos elementos de algunas de sus iglesias tienen un regusto mateano, influjo que es innegable en el sepulcro de la Magdalena. Todavía más al sur podrían encontrarse ecos de este estilo.
También de Santiago salieron los artífices de San Lorenzo de Carboeiro, único templo que en Galicia levanta su cabecera sobre una cripta de filiación borgoñona y desarrolla una curiosa girola. Su autor debía de ser un aventajado discípulo de Mateo, y sus profundos conocimientos arquitectónicos así lo señalan. Del maestro debió de aprender también su flexibilidad ante la formación y maneras de hacer de las gentes de su taller, lo que explica las diferentes orientaciones de ciertos capiteles y las columnas que no llegan al suelo en las naves. También en esta obra se ve cómo la labra de motivos típicos mateanos pierden calidad en manos de colaboradores. La comparación de la maltrecha portada sur y la principal es significativa. Esta obra, comenzada en 1171 y acabada en torno al 1200, tuvo también su proyección en la zona, destacando San Salvador de Camanzo.
Portomarín también reclamó a artistas del taller de Mateo para levantar su espléndida iglesia de San Juan, en la que se consigue una simbiosis entre templo y fortaleza en la que sobresale su imponente volumen y la exquisitez de las portadas. Este obradoiro, que admite fórmulas no mateanas, irradiará su estilo a artistas que trabajan en las orillas del río Miño, y a través de él debieron de encontrarse con otros salidos de Orense. Así se explican construcciones tan singulares como San Esteban de Ribas de Miño, cuya fachada se monta sobre una cripta, y en el interior del ábside se realizaron nichos en el espesor del muro. En su portada se produce una última y abreviada versión de los ángeles astróforos y Ancianos apocalípticos. De aquí a Santa María de Pesqueiras, San Juan da Coba... (Chantada y Carballedo, respectivamente, Lugo), hasta el gótico pleno.
La catedral de Santiago tampoco se sustrajo a la actividad de los colaboradores de Mateo. A ellos se deben obras como la portada de la Corticela, con su epifanía basada en la del trascoro, aunque con variaciones en los caballos. También se les deben las estatuas yacentes del panteón real, que representan al difunto como un durmiente, fórmula que alcanzó cierta pervivencia. La mejor y quizá la más antigua es la de Alfonso IX, fechada por el profesor Moralejo hacia 1211, por lo que estima que pertenece a Fernando II. Le sigue la del conde don Ramón de Borgoña, que podría corresponder a Fernando, hijo de Alfonso IX muerto en 1214. Las demás datarían de hacia 1230?1240. El modelo lo repite el Cotolay de la portería de San Francisco de Santiago alrededor del 1300.
En otras obras santiaguesas realizadas en torno al 1200 trabajaron discípulos de Mateo, así en la portada de San Félix de Solovio, relacionada con la sur de la catedral de Orense y Santa María de Vilanova (Allariz). A su vez influyó en la de Santa María de Herbón (Padrón, La Coruña). Participaron en la conclusión de Santa María del Sar, cuyo claustro está relacionado con el de la catedral. Y se les debe un tímpano con un Agnus Dei de la desaparecida iglesia de San Pedro de Fora, en colección particular catalana, fechado en 1202 por un epígrafe y tan importante para los tímpanos gallegos con este tema.
Finalmente también intervinieron seguidores de Mateo en obras del episcopado de don Juan Arias, fechables a mediados del siglo XIII Entonces se hizo el claustro de la catedral, a pesar de lo que dice La Compostelana, y el Palacio de Gelmírez, en el que destaca el salón del piso superior. En ambos casos al lado de formulaciones ya tradicionales aparecen otras plenamente góticas.
Así el arte de Mateo y de sus seguidores va mezclándose con otras tendencias y estilos facilitando la implantación del gótico. En éste se produjeron resurgencias como la fachada de San Martín de Noya, fechada por un epígrafe en 1434, o más tarde, en los finales del XV la portada del compostelano Colegio de San Jerónimo no se desprende del recuerdo de Mateo. Todavía en nuestros días su arte sigue siendo fuente de inspiración para artistas gallegos como Francisco Asorey, Castelao, Camilo Díaz y otros. Sin duda, el Maestro Mateo ocupa un primordial lugar en la historia del arte y su genialidad es intemporal.